Viajar sin niños (El turista leproso, segunda parte)

Viajar sin niños (El turista leproso, segunda parte)

Una escapadita romántica sin niños de vez en cuando es algo necesario, pero como todo en la vida, no hay que abusar.

Los que tenemos hijos sabemos que el trabajo más difícil del mundo es ser padre o madre: no nos dan clases, no hay referencias claras con las que compararse, cada caso es singular, etc y encima hay un cansancio generalizado porque simplemente no hay tregua ni vacaciones, ni momentos de relax o fines de semana para levantarse de la cama y decir, “hoy no hago ná de ná”.

Pero a mi entender nos hemos vuelto demasiado cómodos ya que hay padres que opinan que los únicos viajes aptos para los más jóvenes son aquellos que tienen como destino el camping o el pueblo para que los abuelos nos echen una mano con la comida, la ropa y, obviamente, con el cuidado de sus nietos. Ya sabes, lo más sencillito, a tiro hecho y sin complicaciones. Y además siempre nos podemos justificar diciendo que nosotros tampoco veíamos otros continentes cuando éramos niños y tampoco nos ha ido tan mal.

Viajar con niñosCierto, esta es la salida más fácil, más cómoda y económica, pero al mismo tiempo limitamos el proceso de aprendizaje de nuestros hijos porque todos sabemos que viajando se aprende, y mucho. Yo quiero que mis hijos sepan que en algunos países se hablan idiomas raros, o visten de manera rara, o juegan a deportes raros, o tienen animales raros, o comen comida rara, y eso solo se puede aprender en primera persona, viéndolo, experimentándolo e incorporándolo a su conjunto de valores morales/sociales. No quiero que mis hijos piensen que los americanos son todos rubios, los italianos unos engominados o los franceses los mejores amantes del mundo porque si se tienen que guiar por lo que vemos en la tele o nos cuentan en la calle van a acabar diciendo que todo asiático es un chino.

Y en cuanto a la excusa de “yo tampoco viajaba” te digo que “mal de muchos, consuelo de padres”. Recuerda, tus padres tampoco tenían dos coches (uno de ellos un monovolumen con aire climatizado y siete asientos), 3 televisiones plasma de 42 o más pulgadas con pantalla a color y mando a distancia, ni siquiera un móvil, así que aplícate el mismo cuento.

Por cierto, te has leído la primera parte de este post (El turista leproso, viajar con niños)? También tenemos otro post que te puede interesar: El perfil de cuatro viajeros y sus implicaciones en la forma de hacer turismo. Por último os paso un link de un artículo de The Economist, «Suffering the Children«, donde se comenta que un escritor propone que todos los padres con niños que lloran durante el vuelo deberían comprar una bebida cada hora a todos los pasajeros del avión, con lo que además de pasar un mal rato, te saldría un ojo (o dos) de la cara.

Foto: Bob Whitehead (by CC license)

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