
05 Abr Oh no, el vuelo se retrasa
Según el U.S. Department of Transportation (US DOT) casi un 30% de los vuelos que han despegado desde el aeropuerto de Chicago (O´Hare) lo han hecho con algún tipo de retraso (datos estadísticos de jun03-ene11). El tiempo, averías, alzas en el precio del té chino o quizás hasta un estornudo de Berlusconi durante una de sus sesiones de botox son razones más que válidas para justificar el retraso en la salida de un avión. Y tú ¿qué haces cuando estás colgado en el aeropuerto esperando que salga tu avión?
Este post lo escribo sentado en el suelo del dichoso aeropuerto de la ciudad del viento mientras recargo las pilas exhaustas de mi Mac en uno de los enchufes «públicos». @Iberia alega que el avión en Indianápolis no ha podido despegar por mal tiempo y aquí estoy, más aburrido que una patata. ¿Qué puedo hacer?
– internetear, es decir, surfear la web, email, redes sociales, escribir artículos para el blog, etc. = «la salvación». Las portadas de los periódicos del día son la visita de Obama a Brasil y las dos crisis, una de fabricación humana en Libia con la nueva zona de exclusión aérea y otra iniciada por los movimientos de las placas tectónicas que han generado la incertidumbre que persiste en las plantas nucleares de Japón.
– ver lo que internetean otros, casi siempre más interesante que lo que hace uno mismo.
– hablar, hablar y más hablar por teléfono. Tengo cientos de contactos en mi pda y puedo ir llamándolos uno a uno. Nunca lo he hecho, pero lo he visto hacer en más de una ocasión.
– ver la tele, que estamos en March Madness. Los Blue Devils acaban de pasar la eliminatoria por una canasta después de ir ganando de más de una docena casi todo el partido.
– leer un libro, y con el tiempo que llevo aquí casi debería decir, acabar un libro. He empezado «the Plot Against America«, un best seller de la lista del New York Times a través del cual he aprendido que Lindenberg, la primera persona en realizar un vuelo trasatlántico como el que espero realizar yo en breve, creía en la «ciencia» de los eugénicos. Me imagino que si hubiera lanzado su propia línea aérea no permitiría que viajaran los judíos, los negros, etc. y que por lo tanto yo sería una persona non-grata.
– comer: como no me apasiona el fast food de los aeropuertos me he zampado unas galletas y un chai latte de Starbucks. Mil y pico calorías, o más, en una sentada de cuatro bocados.
– dar gracias por viajar sólo. Qué pena me dan los que viajan con niños, y lo que les (nos) queda.
– mirar y escuchar a la gente: en un aeropuerto internacional como el de Chicago, el tercer de mayor volumen de tráfico de pasajeros del mundo, hay personas para todos los gustos.
– entablar una conversación con un desconocido o ver cómo otros dos desconocidos se convierten en grandes amigos. El que está sentado a mi lado viaja a Viena y va a perder su vuelo de conexión. No parece estar demasiado contento con esta predicción.
– dormir, con el peligro de quedarme dormido cuando despegue mi avión y os aseguro que no quiero pasar ni un minuto más de lo estrictamente necesario en este aeropuerto como @tomhanks en la película «The Terminal«.
– curiosamente, el ver cómo un tío va corriendo detrás de otro porque se había dejado $10 en el mostrador del restaurante y después cómo un chico le devolvía la cartera a una chica a la que se le había caído y que no se había percatado de su pérdida.
– dar alguna vuelta para estirar las piernas. Ya tendré tiempo más que suficiente en el avión para estar en malas posturas.
– prepararme mentalmente para un viaje que posiblemente vaya a durar unas cuantas horas más de lo previsto.
– ahhhh, y se me olvidaba lo más importante: jurar en hebreo, arameo, ladino y/o uzbeco. Cualquier idioma es válido menos el euskera que no tiene ninguna palabrota en su diccionario, teniendo que tomar palabras prestadas del castellano que sí tiene un repertorio que no tiene nada que envidiar ni al polaco ni al austrohúngaro.
¿Se me ha quedado algo en el tintero? ¿Alguna sugerencia?
Foto destacada bajo licencia CC: Marco Guimelli
Sin comentarios.