La inteligencia artificial: ¿una bendición o un pecado?

La inteligencia artificial: ¿una bendición o un pecado?

Yo he visto el futuro (cercano) que nos espera a todos. Y no me refiero a un futuro que nos va a afectar únicamente los que trabajamos en la industria del turismo, sino a toda la humanidad: a mí, a ti, a Keir Dullea, Will Smith, Carrie-Ann Moss e incluso a Harrison Ford… y nuestras futuras generaciones. Pero a pesar de ello no soy ni me puedo autoproclamar una visionaria, porque lo que he visto con mis propios ojos lo he visto junto con otras miles de personas en el evento #WebSummit de este año.

El futuro que nos mostraron sobre el escenario es uno donde los robots, robots con forma humana, capaces de hablar, conversar e incluso sonreír conviven (por decirlo de alguna manera) o co-existen con personas de carne y hueso como tú y yo. Con algunas mejoras tendremos humanoides creados a la imagen y semejanza de nosotros, pero más fuertes y que no sienten dolor, capaces de trabajar sin dormir y con el conocimiento infinito de Watson (el de IBM, no el socio de Sherlock Holmes) y de Google, ayudando a la raza humana en una infinidad de tareas elevando así nuestra calidad de vida a niveles insospechados.

En Lisboa vimos sobre el escenario a dos robots y una persona, una persona y dos quasi personas.


Y fue en este mismo contexto donde Stephen Hawking, una de las personas que más se podría beneficiar de un asistente 24x7x52, nos alertó del peligro que conlleva el emular a un Dios, creando “seres de fábrica» y no a través de la evolución, la metodología de prueba y error de la madre naturaleza, un proceso que dura millones de años y que nos mostró Darwin en 1859.

En sus propias palabras, la inteligencia artificial podría transformar y mejorar nuestro planeta, o por el contrario, podría ser el peor invento de la humanidad:

“IT BRINGS DANGERS, LIKE POWERFUL AUTONOMOUS WEAPONS, OR NEW WAYS FOR THE FEW TO OPPRESS THE MANY. IT COULD BRING GREAT DISRUPTION TO OUR ECONOMY.”

 
Su razonamiento lo hemos visto múltiples veces en el cine, con ordenadores y/o robots que desarrollan «una voluntad”,  un alma, un deseo de vivir e incluso el instinto de supervivencia. En las películas los guionistas proponen situaciones límite ante un ordenador Hall 9000, un robot Sonny, un Agente Smith programado con código binario en el interior de un Matrix o incluso una replicante como Rachel capacez de aprobar el test empatía que parece estar mucho más cerca de la realidad que cuando se filmaron.

Stephen aboga por un uso responsable… por el bien de la humanidad. Pero ¿podemos esperar que las empresas de hoy, investigando e innovado para crear “mejores” robos y generar mayores retornos para sus accionistas, sepan cuando hay que levantar el pie del acelerador? ¿Podemos echarle la culpa a Hanson Robotics de ser los mejores fabricantes de robots?

Se dice que la esperanza es lo último que se pierde. Esperemos que los robots del futuro sean los que saquen los minerales del subsuelo, se deslomen recogiendo las fresas o llevando los maletones a nuestra habitación cuando vayamos de vacaciones a Bora Bora. Con su sabiduría infinita y lógica exacta los robots del futuro nos podrían ayudar a encontrar esa ansiada cura para el cáncer o a desarrollar máquinas que reduzcan la huella CO2 de nuestra atmósfera.

Vamos a ser optimistas como el Sr. Hawkins:

«I AM AN OPTIMIST AND I BELIEVE THAT WE CAN CREATE AI FOR THE GOOD OF THE WORLD.”

Veamos lo que opina Sofía.

 
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