La fábrica de Solfa, el hotel del pueblo de papel

La fábrica de Solfa, el hotel del pueblo de papel

Yo soy de esas personas que no tiene “pueblo”. Al igual que mis padres soy de Bilbao con lo que no me tengo que desplazar para ir al lugar de mis antepasados. Pero conozco mucha gente que cada verano, desde antes de que tuvieran uso de razón, va al pueblo, el de sus padres, abuelos y bisabuelos que emigraron para buscar un trabajo y mejores condiciones de vida para sus familias.

Son muchas las personas que atesoran los recuerdos de niñez, de esos veranos interminables en el pueblo, pero que no se plantean vivir ni mudarse al mismo. Los pueblos se mueren. La gente joven se va. Hoy en día hay trabajo, quizás más que en las ciudades, pero es muy duro el levantarse con los primeros rayos y acostarse tarde después de haber faenado en el campo durante horas, 365 días al año.

El resultado es que son pocas las personas que deciden irse a vivir a un pueblo para vivir una vida más sana dejando atrás la “comodidad” de las grandes zonas urbanas, con su ruido, contaminación y estrés.

Y, sin embargo, hay gente de pueblo que atesora su día a día y no lo cambiaría por ninguna circunstancia. Gente que, como Javi Moragrera y Eli Díez, vive, disfruta y crea pueblo, su pueblo: Beceite.

Fue hacia el año 2011, en pleno “fragor” de twitter donde comencé a escuchar los twitts de Javi, acompañados del hashtag #conalma. Los mensajes fueron calando. Esos 140 caracteres de antaño comunicaban una pasión que me atraía como un imán. En 2012, nos “desvirtualizamos”, así llamábamos a conocer en persona a una persona que ya habías conocido en la red. Javi, junto con su mujer, Eli, vino a Bilbao. Acudió invitado al evento que organizo cada año, Turistopía, un encuentro que reúne a gente extraordinaria, apasionada por su trabajo donde aprender, colaborar y compartir experiencias entre profesionales del sector turístico. Desde entonces hemos seguido en contacto y, a pesar de que he tenido la intención de ir a Beceite durante todos estos años, ese viaje, por diversos motivos se había quedado solo en eso, una intención, hasta este año, 2019, en el que por fin he acudido a visitar La Fabrica de Solfa, el hotel que construyó ya hace 10 años Javi, con su familia, literalmente, de la nada.

Beceite es un pueblito de la comarca de Matarraña, en Teruel. Muy cercano a Tarragona, una de las primeras “curiosidades” que llama la atención es que, a pesar de estar en Aragón, el 95% de la población habla catalán.

Y también es “curiosa”, su historia. Beceite llegó a ser conocido como “el pueblo del papel” con una economía solvente gracias a las 9 fábricas papeleras cuyo producto incluso llegó a ser la materia prima de las famosas cartas de Fournier o lienzo de algunas obras de Goya donde se puede encontrar la marca de agua de una de estas fábricas. Y es que el agua de Beceite y los desniveles del río Matarraña generaba suficiente energía como para mover las máquinas de las fábricas, creando el entorno ideal para producir el papel de mejor calidad de toda España.

Beceite tuvo desde finales del siglo XVIII una economía próspera gracias a estas fábricas que desafortunadamente cayeron en desuso en la década de los 70 debido al rápido proceso de mecanización y la situación alejada de núcleos urbanos y como consecuencia, con el paso del tiempo, se convirtieron prácticamente en ruinas, trayendo consigo el proceso de despoblación del pueblo.

Es en una de esas fábricas de papel, totalmente derruida, donde Javi con su familia crea este singular hotel cargado de historias. En el pueblo que ambos aman y por el que luchan día a día.

La Fábrica de Solfa es un hotel de estilo contemporáneo que sin embargo respira personalidad. El cariño que profesan sus dueños por su pueblo y su gente se respira y se palpa en las obras de artistas y artesanos locales que decoran las paredes y las estanterías y en los mensajes que adornan una gran “lámpara” de papel con las impresiones que dejan sus huéspedes agradeciéndoles su atención y mimo.

Las habitaciones cuentan la historia de la fabricación del papel. Nuestra habitación, en el último piso de “la fábrica”, era antiguamente el local que servía para secar el papel. La sala común está repleta de libros con la historia de Beceite. El restaurante deleita a los huéspedes con aceite local y productos Km 0 combinados deliciosamente con vistas al río que en antaño propulsaban las máquinas.

Los alrededores de Beceite sorprenden por sus pueblos con casco antiguo, como el de Valderrobles o Cretas, donde además se celebraba una feria medieval que nos transportó en el tiempo.

El entorno natural de montañas es un lugar idóneo para la práctica de deportes activos, senderismo y bicicleta, aunque quizá el momento más emocionante del viaje fue la foto del nacimiento del río Matarraña, en el estrecho del Parrizal, una espectacular garganta de 60 metros de altura que tantas y tantas veces he visto en los twitts y publicaciones de Javi en Facebook y que me hizo sentir un “déjà vu”.

Las conversaciones giraron en torno a mil temas durante el fin de semana, trabajo, familia, salud, viajes, etc. y mientras regresábamos, conduciendo a través de las tierras de Beceite, surge la pregunta… ¿y si hacemos de Beceite nuestro pueblo? Volveremos porque es un lugar #conalma.

Gracias Javi, Eli, por hacernos partícipes de vuestro/nuestro pueblo.

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